Por Catalina Bonilla. Ingeniera Comercial UAI, Magister en Innovación y Diseño UAI, dibujante autodidacta y parte del equipo de Valpo Interviene.
Si pienso en nuestra vida ahora, me doy cuenta que nos encontramos frente a una lucha invisible. Las crónicas de una muerte anunciada. Estamos en un proceso dentro del cual nuestras decisiones, tanto individuales como a nivel de humanidad, definen si estamos cavando nuestra propia tumba o si estamos intentando frenar su excavación. Sólo en stand by, no tapando la tumba pero sí evitando que siga creciendo.
¿Por qué hablo así, tan radical, tan apocalíptica? Porque nos encontramos en un contexto en el que hay una amenaza inminente, pero que a pocos les quita el sueño. Es así de simple: ¡Nos vamos a quedar sin planeta!
Los daños que hemos hecho son irreversibles, pero podríamos luchar por pararlos en seco, para ver si entonces nuestra “amada” tierra tendrá la oportunidad de recuperarse.
La lucha que tenemos es contra la basura, la contaminación, la deforestación, la extinción de las especies. Todos estos son productos del consumismo, que consiste en crear necesidades y satisfacerlas a través de objetos que son producidos y vendidos en masa, con el fin de ganar mucho dinero.
La producción en masa se basa en la sobreexplotación de los recursos naturales, asumiendo que están ahí a nuestra disposición, para que nosotros fabriquemos objetos inútiles, que nadie necesita en realidad y que además están pensados para ser desechables. ¿Después dónde terminan? Contaminando la tierra, el agua, el aire, sirviendo de alimento a animales, destruyendo ecosistemas completos, enterrándose en lo más profundo de la tierra y del mar. Si seguimos así, nuestros nietos van a pensar que el plástico es una parte de la composición del suelo.
«La lucha que tenemos es contra la basura, la contaminación, la deforestación y la extinción de las especies. Todos estos son productos del consumismo, que consiste en crear necesidades…»
Lo más irónico es que todos estos residuos terminan finalmente dentro de nosotros, contaminando nuestro cuerpo. Sí amigos, el aire que nosotros contaminamos lo respiramos, el agua llena de químicos la tomamos y los animales y plantas que nos comemos, se nutren de nuestros contaminantes, consumen el plástico, los metales pesados y los tóxicos ambientales que genera nuestra vida en el planeta. De alguna u otra forma esto se parece al karma; todo lo que botamos en la tierra, termina en nosotros, ya que somos parte de ella.
La basura lo consume todo como un virus y nosotros seguimos fomentando su producción. Es que, aunque se tenga toda la intención, de verdad es difícil dejar de generar basura. No es tan simple como comprar una botella plástica y pensar “no importa, después la reciclo”, porque esto puede ser una mejora en lugar de botarla, pero no se está evitando que esa botella se produzca.
Nuestra única arma en esta lucha es nuestra fuerza de voluntad, de partir de a poco consumiendo menos, de manera más consciente, pensando dónde va a terminar cada cosa que compro. Y aunque piense que yo sólo no voy a lograr nada, tengo que seguir intentando y practicando, porque este bichito es contagioso y comienza a afectar a amigos y familiares y, una vez que te pica, te empiezas a unir de a poco al ejército que pelea por la naturaleza y los humanos. No sólo estarías peleando por la tierra, estás peleando para salvarte a ti mismo.